Mostrando entradas con la etiqueta noche. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta noche. Mostrar todas las entradas

miércoles, 30 de septiembre de 2009

Relato después de leer por primera vez a Rulfo con su genial "Pedro Páramo"

Confundida, hace los dibujos de siempre en sus manos.
La escritora encontró a su autor favorito y jamás pensó que iba ser un Premio Nobel, ella siempre se vio como la fiel seguidora de un bohemio escritor ruso que en vida no fuera premiado ni llevara una vida rodeada en sociedad con otros escritores. La escritora tomó nuevamente al libro entre sus manos - "Pedro Páramo", la renovación de la prosa - y colocando una hoja sobre él, escribió...


Olía a muerte esa noche.
Habíamos estado muy tristes pensando en lo ocurrido, formando imágenes, recortes de recuerdos pasados... entre silencios secos y lágrimas húmedas, en tan vagas miradas nos hallábamos preguntándonos con los ojos unos por qués que llegan tan hondo... tan hondo, hasta nuestras cavidades nasales por momentos, el olor fétido despedido por el tanto pensar en fatalidad, el olor de la muerte que rondó esa y las siguientes noches en esa nuestra casa, así como era, humilde y de esteras que no refugian ni en lloviznas, casa de arcilla arenosa, tán debil aunque fuerte al soportar nuestros peores años, ahora ya, soportando aquel olor a penumbra, a llanto contenido, a la resignación por la muerte de nuestro hijo, a tus lágrimas enjugando tu rostro pálido, a tanto ya...

Fuiste tú quien - pasmada - lo descubrió sobre el piso, cruel escena. Sin el horror de la sangre derramada, ni heridas suyas que te atormenten. Inerte, como cuando dormía junto a tu pecho en la calidez de tus brazos suaves protegiéndolos de cualquier espíritu malo... y es eso creo lo que lo ha matado.
Parece que es en las noches cuando, de pronto, salen de las montañas espíritus de malas criaturas buscando quién sabe qué pero atraparon a tu niño, a su almita pura y la llevaron muy lejos sin pensar en tu dolor al perderlo; hay restos de tu desgracia aquí en la casa, porque sé que además de llorar, también gritaste y rompiendo tu calma te fuiste sin rumbo a lamentar su partida; y bien recuerdo que al llegar otra vez a mi lado, hiciste un hoyo en la tierra e intentaste buscar sus huesos pelados, hiriéndote los dedos con la rocosa superficie de nuestro piso maltrecho y destruyendo tus uñas que combinaban tu sangre y la tierra como uno mismo, confundiéndose entre tus lágrimas y tu ansiedad de madre que no halla a su niño...