sábado, 19 de octubre de 2013

Alguna vez volverás?

Era el amor el que la sujetaba.
Él la poseía y ella era sumisa.
Aún en las noches de fríos ventarrones,
el fuego no se apagaba de su pecho,
Ni su idealismo parecía extinguirse de sus pensamientos,
Ni sus esperanzas de volver a encontrarse con aquel hombre americano...

Y las frases de amor oídas se repetían en su cabeza
Tornándose en sonidos multiplicados a fuerza de pasiones que extrañaba,
que antes había vivido
pero ahora se asemejaban a lejanas situaciones vividas por otros amantes,
en un mundo indiferente a ella...

¿Aún recordará mi rostro? - susurraba con la mirada perdida.
Sosteniendo a su criatura, desnuda y sin entenderle.

Era el amor el que la sujetaba.
Éste abusaba de ella y perturbaba sus sentidos.
Era tan colosal que se convirtió en locura,
Que se tornó temible y la mantuvo como su esclava
Haciendo de ella un ser indigno de felicidad.

De a pocos la convenció de la no existencia
Y sus rodillas fueron débiles ante aquella fuerza.
Bajó la cabeza ante su sombra poderosa,
Desenvainó su espada con ligera amargura
Y dirigiéndola con resignación hacia su vientre,
alzó su frente al cielo dejando caer una lágrima bendita
"Te amo", se oyó un grito. 
Rompiendo el sosiego reinante de la noche
Y de su vientre brotaron, súbitamente, miles de flores rojas de naturaleza volátil
que se alzaban  hacia el cielo;
Que, confundidas, 
se mezclaban en la espesura de una infame noche de amores frustrados...


Madama Butterfly en el Teatro de la Maestranza de Sevilla


lunes, 14 de octubre de 2013

Narraciones maliciosas...

Me miraba con sorpresa y cierto temor, con un "no" que su mirada gritaba a la mía...
Y yo no le creí. Tal vez debí hacerlo. Debí entender que no era más que una niña asustada.
Con una sonrisa perversa me acerqué a su rostro, ella no parpadeó y yo la miraba fijamente.
Noté cierta pasión contenida en sus labios carnosos, los que hace tan sólo segundos creía imposibles de besar.
"No me toque" - me dijo. Con el rostro tieso y el cuerpo temblándole tímidamente, con el corazón palpitándole a mil por hora, como intuyendo lo que seguiría.
No hacerlo era un completo desafío. Sentía el morbo incontenible de saber cómo sería ella desnuda, debajo mío, ya entrada en calores y con cierta respiración jadeante, si eso la haría realmente mía, si le gustaría y me pidiese más, si sería la amante perfecta, si la experiencia de mis años la atrapase en un círculo vicioso de la cual no pudiese salir nunca, si finalmente ella, que, aunque no fuese una mujer del todo, más bien una frágil quinceañera, se enamorase de mi como tantas otras lo hicieron cuando era yo joven, esbelto y libre de estas arrugas y cabellera blanca que tanto asustan..."