Su lengua atravesaba un pomo de miel fresca.
Las manos de ella se deslizaban hacia su pecho desnudo como si le perteneciesen desde siempre.
Y el aleteo de las abejas no era más que la música de fondo de ese encuentro..
Más tarde y ya con prisa, las alas de él volaron dejando sus palabras flotando en el aire, a la vez que se observaban grabadas en el cielo, como surcos agrestes del paisaje nocturno.
El mensaje era malvado y semejante a una confesión. era, de hecho un pensamiento que él no se había atrevido a decirle en el lecho ni mucho menos cuando sus cuerpos trataban de hacerse uno.
Al leerlo, los ojos de la muchacha se abrieron de forma extraña y su cuerpo se desvaneció entre las sábanas de su lecho, dejando su cuerpo desnudo expuesto a la luz de la luna. Su piel era gris. Su corazón era frágil.
Sus dedos rasguñaron sus caderas entre jadeos y quejidos mientras que sus ojos se dirigieron hacia un machete oculto en un cajón, lo tomó, cortó su cabello con amargura y luego arrojó el machete con furia hacia las letras flotantes, mientras estas se disipaban de a pocos pero volvían a juntarse mientras el machete huía con la fuerza de su impulso hacia la oscuridad del bosque...
"Tu cuerpo no sabe como el de ella", se leía aún en la mañana.