domingo, 11 de octubre de 2009

Relato durante el baño de José...


José estaba bañándose, más bien jugando con el agua porque aún tiene cuatro años.
La escritora lo observaba mientras tronaba sus dedos huesudos y reposaba en una silla, cuidando al pequeño de quién sabe qué, "ahora vengo" le dijo. Regresó con muchos lápices de color y papeles para dibujarlo en la tina, falló.
Luego de un rato sólo quiso escribir un poco mientras veia a José jugando con dinosaurios flotantes de plástico luchando contra soldaditos sin piernas y canicas sumergidas que iban moviéndose por ratos, incomodando a sus pies entumecidos...


Sacó del bolsillo de su pantalón una canica. La miró fijamente, como si su vida dependiera de ello, como lo hacen los niños. En el interior de la canica estaba el iris de un gato y su burbuja de vidrio transparente; acercó su vista peligrosamente, apretando la esfera entre sus dedos, el mundo parecía limitado.

Mino tenía una cabeza grande, curiosa, que tenía que llevar hasta sus últimos días, ésta le decía que despedazase a las hormigas negras de su baño y siempre tema a las cucarachas voladoras que lo seguían cuando salían de sus escondrijos, en las callosidades del techo; solía ver figuras de perros y triángulos que se formaban de a pocos en los días de lluvia en que las gotas se mezclaban con la pintura grumosa que pegaba su mamá en el vidrio de la ventana para alejar a las ánimas. El pequeño, sin embargo las despegaba para ver a lo lejos el jadear de los perros enfermos corriendo calle abajo, para cobijarse entre periódicos y cartones del frío de la noche, aunque siempre los vio corriendo, incluso alejándose de las manos de él para no lamerlas.

Mucha gente solía alejarse de Mino y de su cabeza rapada, su madre solía cortar sus cabellos para que no le ardan más las heridas infectadas que él tenía, que nunca sanaron jamás ni con el jarabe de dicloxacilina diario ni con el limado de uñas de Mino para que no se las rascara; el champú para su tratamiento tenía un aire tan presuntuoso en la farmacia como lo constataba su precio, que la madre decidió sólo con una botella artesanal de avena y palta molida lavarle la cabeza al pequeño, sujetandólo sobre sus rodillas, con el cuerpo tembloroso y las heridas con un alivio pasajero, sintiéndolo aún como a su niño tierno de cabeza grande...

5 comentarios:

Anónimo dijo...

INTERESANTE LA HISTORIA,UN POCO FANTASIOSA,PERO FABULOSA

vampiremaniac dijo...

me gusta, me encanta como manejas la situación del pequeño mino, desde mi punto de vista, atrapas al lector, en este caso, fue con el suspenso de ver que le ocurría al niño, si se llevaba la canica a la boca, podría morir, y después, hablas de la situación que padece, y lo haces tan bien que sin caer en detalles casi podemos ver aquella tina de baño en medio pobremente alumbrada, felicidades, no soy escritor, y leo poco, pero a mi gusto lo haces muy bien. creo que lo que menos nos debería procupar es si subtituiras a los libros de antes, todos sabemos que tanto las lecturas viejas como las nuevas nos aportan algo, las lecturas nunca mueren.

Anónimo dijo...

ok ok candy ass, he aquí mi comentario.
en realidad es nada, porque aún no leo completo tu escrito.
pero lo leeré con calma en mi casa.
un abrazo, y cuando puedas date un alto al inst para conversar y latear por ahí con los demás.

Benja.

Emilio dijo...

Si te puedo dar mi opinión sincera, te diré q lo q cuentas en el relato está chulo. Pero q le falta algo de ritmo. Por lo menos pa mi gusto. Pero podría equivocarme, pq para gustos colores.

relámpago dijo...

yo no soy emo
soy un puto depresivo de verdad

okis?

p.d eres la chica de la foto? soy gay, así que no pregunto esto con segundas intenciones.