jueves, 18 de febrero de 2016

La perra

Yacían entre restos de anfetamina y el hedor del alcohol barato.
Sus cuerpos desnudos se cubrían tan solo de nubes de humo.

- Dime, cuando me conociste... ¿en realidad me odiabas tanto como decías? - dijo ella.
- Uf, muchísimo. Yo fui el primero en llamarte "la perra". Lo siento mucho, no creí que se haría tan popular. - respondió él con cierta pena.
- ¡Así que tú fuiste, hijo de puta! - lo rezondró de manera tierna.
- No había otra manera como describirte. le gritabas a todos, te burlabas de todos, te zurrabas en todos... y te odie por eso.
- ¿Y como es que ahora estás aquí conmigo?
- No tengo una puta idea. Podría atribuirlo a tu culo, tal vez.
- Sí, supongo que tengo un buen culo.
- Puede ser esa la razón. Aunque... en realidad, más que tu atractivo físico, creo hubo algo más...
- Algo más... ¿cómo qué?
- No lo sé. Es extraño. Discutíamos siempre. Ahora que lo pienso no sé en qué momento me empezaste a atraer.
- Sí. Es extraño.
- Lo es, lo es. Por más que pienso no puedo recordar cuando fue que me empezaste a gustar.
- Déjalo así. No pienses más en eso si no puedes recordarlo.
- Sí, será mejor que duerma.

Diciendo esto se apoyo hacia donde ella estaba acostada y recorrió su palma por su pecho, suavemente como si le untase su amor con los dedos, luego jugó con los pezones de su chica como si estos fuesen desenroscables.

- Eres muy tierno cuando intentar recordar algo que nunca pasó.
Te ves muy tierno en verdad... sin embargo lo tuyo además de ternura me causa cierta pena.
Es algo triste ver cómo ignoras que el día que te empecé a gustar fue el día en que te jugué una trampa.
No debí hacerlo. Lo sé.
Pero supongo que es el tipo de cosas que las chicas malas solemos hacer.
Romper reglas.
Salirnos con la nuestra.
Incluso usar magia negra. 

Pensó la perra mientras él dormía junto a ella, sucio de un amor embrujado.


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