jueves, 18 de febrero de 2016

Para mi era Mayra

Su nombre era, en realidad, Elizabeth.
A veces era Sindy. Otras, Patricia. Pero conmigo siempre era Mayra.

El día que ella murió hice lo que siempre pensé que haría.

Encerrarme en mi habitación y no salir hasta que me muera yo también.
O al menos hasta que dejara de llorar inconteniblemente y no se notara que traía la cara roja y los ojos hinchados de tanto recordar nuestros días como alumnos de Bellas Artes, como amigos, como amantes, como todo unos hijos de puta inútiles que pasaban sus días entre flirteo barato y sesiones incontables de fumadas de hachis.
Escuchábamos a Philippe Monier, Edith Piaf y cuanto francés nos venda buena música en discos de vinilo y nos inspire a pintar los peores murales de Lima, o tal vez algo más que eso.
Tal vez estimularla. Pero nada de eso sirvió nunca.
Tenía las piernas bien cerradas y la mente muy abierta.

Al principio creí que era su forma cruel de burlarse de los chicos. Calentarlos lo suficiente como para verlos rogar por ella y satisfacer su malicia.
Pero nada de maldad encontré en ella al conocerla.
Era, más bien, una niña cuyos juegos eran un poco más peligrosos que el de otras niñas. Sólo era eso.
Y fue en esos juegos cuando conoció a Alejandro.

Alejandro era otro niño. Y su lista de juguetes se resumían en una pistola, una navaja, una pipa y su más nueva adquisición: Mayra.

...


Odié el día en que la vi tan manipulada.
No era más la chica con la que me hice un tatuaje de león jamaiquino en el torso.

"Mayra, tengo coca en mi cuarto. También puedo ofrecerte algo más", le dije esperando respuesta.

Ella fingió no conocerme y me recordó que su nombre no era Mayra sino Elizabeth.

Ese día me fumé toda la coca que tenía. Lo fumé por los dos. Y recibí una nota en mi cuarto.

"Alejandro me ha dicho que vamos a casarnos. Tendremos un hijo. No me hables más, por favor. Seré sólo de él. Así es como tiene que ser".

Y ya se imaginarán como terminan este tipo de historias.
Ocurren todo el tiempo.
El tipo malo se entera que su novia esta embarazada. Finge agradarle la idea. Y finalmente acaba con ella de una forma violenta. El maldito mundo está lleno de ese tipo de finales nada felices.

Así que ayer, mientras escuchaba nuestro disco favorito, "Martin Circus", pensaba en lo genial que fue que la historia de Mayra no fuera como las de otras niñas.
Alejandro jamás logró asesinarla ni a ella ni a su bebé.

Recuerdo que ese día, luego de leer su nota, fui a buscar al hijo de puta.
Ella dormía mientras discutíamos.
Ambos forcejeamos y se oyó un disparo.

Ella se despertó en seguida.
- ¿Qué haces aquí? - recuerdo que dijo Mayra, Mirándome alarmada con sus ojos de gato.
- Cambiando tu historia. - le dije.

Y se oyeron muchos más disparos. Era como una ráfaga.


Así que, ése, amigos, fue el favor más grande que le hice a alguien.
Y era lo más justo porque ella era a la que más amaba en todo el mundo.

La mandé al cielo con su bebé y la liberé del tipo malo de la historia.
¿O acaso creen que iba a dejar que ella no tuviese un final feliz como el de las otras niñas?




No hay comentarios: